Un paseo por la historia nos lleva a la extraña conclusión de que las personas a lo largo de ella han estado desprovistas de justicia, han vivido situaciones ultrajantes, han sobrevivido a este mundo humano, de la propia mano de sus iguales.
Una ojeada a cualquier periódico nos sitúa delante de hechos, de violaciones de los más elementales derechos, que por sólo la condición de ser persona deberían de ser respetado.
Derechos humanos…. Humanos con derechos…
Hombres y mujeres en regímenes de esclavitud por dogmas religiosos, aculturaciones de estratos por géneros, discriminaciones por ser diferentes, negación de la diversidad, pancartas reclamando.
Los educadores: padres, profesores, agentes mediáticos, tenemos nuestra parcela y desde ella podemos intervenir, conscientes de que somos sólo un apartado de este macromundo,
Pero... ¿Cómo fomentar el respeto…?
¿Sería fomentar los derechos y obligaciones personales?
Estoy de acuerdo con el hecho de que la sociedad fomente una serie de conductas… Pero ¿quién es esa señora sociedad a la cual somos capaces de culpabilizar de los males del mundo?
¿Quizás todos y todas las personas formantes de ella?
Convencida de la necesidad de creer en utopías que comporten pequeños cambios, quizás sería bueno el pensar que, si bien no podemos cambiar este mundo, si podemos cambiar parcelas educacionales, donde se fomenten actitudes y conductas en pro de derechos, donde las obligaciones se contemplen y las normas de convivencias estén basadas en los principios del respeto al ser humano.
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