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A lo largo de la historia de la humanidad, la música ha estado siempre presente. Y, si nos centramos en la experiencia individual, puede llegar a crear recuerdos imborrables: la canción que suena en una boda, aquella que acompaña un largo viaje en coche… Al final, son las bandas sonoras de distintas películas; son las bandas sonoras de todas nuestras vidas.
La música lleva sonando muchos años en el Aula Hospitalaria, de distintas maneras, de distintos géneros... pero, sobre todo, con el mismo fin: poder dar ese espacio de confianza, de vínculo con el infante, espacio de desconexión, espacio de tranquilidad y diversión. Con motivo de la celebración de Carnaval, se propuso que Arnau, el estudiante en prácticas, llevara su guitarra al hospital para interpretar y cantar las canciones preferidas de los niños, niñas, jóvenes y sus familias ingresadas. La experiencia fue tan enriquecedora que, ante el entusiasmo general, se decidió continuar con el taller de manera semanal.
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Aunque desde el principio el taller mostraba un gran potencial, fue con la llegada de la estudiante en prácticas, Paula, cuando adquirió una nueva dimensión. Al descubrir que también disfrutaba cantando —y que lo hacía con gran sensibilidad—, se vio la necesidad de planificar la actividad con atención y cariño, teniendo siempre presentes las particularidades de cada niño, niña y joven hospitalizado.
Esta reflexión condujo a compartir canciones, a buscar el verdadero significado del taller y, finalmente, a crear un espacio donde todas las personas implicadas pudieran sentirse cómodas, acompañadas y reconfortadas al compartir música con sus seres queridos en momentos delicados.
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De esta propuesta nació un cancionero que se entrega a cada alumno con quien se realiza el taller. En él se incluyen dos canciones interpretadas por Paula y Arnau, y una tercera que invita a participar a todas las personas presentes en la habitación: alumnado y familiares. El eje vertebrador del cancionero es la inclusión, el respeto por la diversidad y la necesidad de abrir los brazos y tejer vínculos con quienes nos rodean, sin olvidar nunca que nuestras voces también merecen ser escuchadas.

Durante casi tres meses se han vivido momentos muy especiales. Momentos en los que se ha logrado dibujar sonrisas en niños, niñas y jóvenes que, debido a su situación, no siempre se encontraban con el ánimo más elevado. Es una gran satisfacción haber podido formar parte del proceso de normalización tan necesario ante situaciones de salud adversas, desde una mirada holística que da respuesta a las necesidades emocionales del alumnado del Aula Hospitalaria. Todo ello desde el corazón.
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