viernes, 4 de febrero de 2022

EL JARDÍN DE LOS SUEÑOS T. CASTILLO

          Hoy se celebra el día internacional del cáncer... desde el aula hospitalaria deseamos unirnos a todas las personas que en estos momentos sufren enfermedades oncológica, en especial a los niños y niñas y sus familias. Os dejamos el cuento, El Jardín de los sueños que está dedicado a una gran amiga mía, Con todo mi cariño Laia Farré





                              



                           


 Hola, soy la Luna y en mis viajes por las estrellas me quedé a vivir cerca de un planeta llamado Tierra, sostenida en el cielo, me mantengo lo suficiente próxima y lo suficientemente lejos, como para poder observar el ir y venir de sus habitantes, y así, de esta manera, alumbrar en la noche caminos, aceras y anhelos. 

La noche pasada me quedé en un jardín cerca de una casa y desde sus ventanas observaba flores que se levantaban muy pronto para hacer más bonito este mundo. 

Callad, callad, se oye esta historia… 

En un bonito jardín de colores diversos, una flor de miles de pétalos blancos, era el alma del lugar. Su corazón, de amarillo intenso, daba alegría a cuantos se le acercaban. 

Cada amanecer mi amiga flor se bañaba entre gotas de rocío y así, retenía el agua por si alguien pudiera necesitarla. 

Contenta, jugaba sin parar con las flores más pequeñas y con aquellas que el paso del tiempo las había hecho madurar. Su risa contagiosa siempre estaba dispuesta a animar a cuantos, después de vientos o tormentas, miraban con preocupación cómo sus hojas más débiles, quedaban heridas por huracanes cotidianos. 

Margarita, que así la llamaban, se levantaba dispuesta a ayudar a las florecillas, hierbas… arbustos y pequeñas ramas que crecían en el jardín abandonado de una pequeña casa, medio destruida, a las afueras del pueblo. 

-¡Buenos días Lirio! 

-Hola Margarita… ¡Qué guapa estás hoy! – dijo Lirio-. 

-¿Pero es que no ves el día tan bonito que hace…? Mira las nubes, están serenas y si me apuras… allí… a lo lejos… hay otra escondida que nos traerá un poquito de agua y eso es muy bueno Lirio, porque hay algunas de nosotras que necesitamos bañar nuestras raíces. 

-Tienes razón, yo estoy sedienta, necesito beber porque hace unos días algunas de mis hojas se cayeron. 

En ese momento, Margarita acercándose a su amiga le ofreció pequeñas gotas de rocío que conservaba entre sus pétalos y Lirio bebió. 

-¿Deseas que te traiga un vasito de agua del riachuelo…? 

Con una sonrisa Lirio dio las gracias a su amiga y pudo ver como su color blanco se volvía intenso recobrando las fuerzas. 

-No gracias ya estoy mucho mejor -respondió- acostumbrada a ser cuidada por su amiga que en cuanto veía que alguien necesitaba agua le ofrecía la más fresca. 

– Hola Margarita – le saludó la Rosa – 

– ¿De dónde vienes tan rápida? 

– De darle un poquito de agua a Lirio. ¿Tú quieres agua…? Aún faltan unas horas para que la señora lluvia nos refresque. 

– Gracias, pero estoy bien, además estoy muy contenta. 

– ¿Por qué estás contenta…? 

– Porque me ha salido una nueva espina y cuando llegue el gato que siempre me araña, la verá, se asustará y se marchará sin hacerme daño. 

-Me alegro mucho Rosa, esta es una buena noticia. Bueno, voy a dar una vuelta por el jardín, hoy el riachuelo lleva agua y deseo preguntar a todas las flores si alguna necesita un poquito. 

-¿Por qué nos cuidas tanto…? 

-Porque nadie sabe que estamos aquí y no nos riegan, ¿sabes?.. Me gustaría ser una niña para tener una regadera y bañaros a diario. 

-Gracias – añadió- habituada a que su amiga la hiciera sonreír en tardes de tristeza, cuando se le caía algún pétalo, u observaba como alguna otra rosa, por falta de agua o porque se hacía mayor, se dormía entre los matojos. 

Pero ocurrió que la casa fue vendida y con ella el jardín. Una mañana al levantarse, unos hombres con monos azules estaban sacando ladrillos de las paredes, Margarita se puso muy nerviosa y fue a avisar a todas las plantas del jardín lo que había visto y oído, así pues dijo: 

-Venid todos y todas. ¡Venid…! 

Al momento todos se sentaron junto a ella, no entendían el desespero y la urgencia de la reunión. 

Amigos y amigas, esos hombres vestidos de azul, comentaban que van a tirar la casa y a limpiar este jardín porque en este sitio tan bonito irá la nueva escuela para los niños del pueblo. 

-¿Y qué haremos ahora…? -Dijo un pequeño arbusto casi llorando-. 

-No os preocupéis…Todas las plantas, flores… arbustos… nos marcharemos por un tiempo al jardín de don Claudio, nos quedaremos sin hacer ruido, escondidos, hasta que construyan el jardín de la escuela. 

-¿Crees Margarita que dejarán un espacio para el jardín? 

-¡Claro! Las flores y las plantas son necesarias… 

-¡Coc… Coc! se ahogaba doña Azucena… ¡Hay hija que disgusto! 

Margarita tomó su vaso, fue al riachuelo y dio de beber a la anciana flor. 

A la mañana siguiente, fueron marchándose al jardín vecino pero Margarita… siempre ayudando a cuantos recogían sus raíces, sus hojas, sus tallos, se quedó la última. 

Los árboles estaban en silencio, mirando como la flor acababa de colocarse los pétalos. Cuando… un hombre de vestido azul, la vio tan bonita, tan brillante que decidió cortarla y ponerla en el mismo vaso que nuestra amiga siempre tenía junto a ella para dar agua a sus amigos, quiso correr, pero no pudo y quedó atrapada. 

Se sentía débil… un poquito más débil cada día. El hombre la ponía en la ventana, en el comedor, e incluso, en la terraza, pero el paso de los días le hacía sentir como sus fuerzas mermaban, ella a pesar de todo, se sostenía erguida, pero su brillo se apagaba entre sus hojas. 

Una tarde vino a visitar al hombre de azul, Alfredo, un amigo suyo y al ver a Margarita añadió: 

-¿Sabes?, no debiste cortar esta flor para ponerla en agua, se ve muy triste, le faltan sus raíces y los pétalos pierden su color. 

-Lo sé, no debí hacerlo, creí que daría luz a mi habitación, pero todo lo contrario, se está mustiando. 

– ¿Puedo llevármela a mi casa? Yo sé hablar con las flores, y dicen de mí que soy mago y hago realidades sueños, por favor amigo, ¿puedo llevarme tu Margarita en mi chistera? yo la cuidaré… 

-Sí, ¡cuídala! Por favor. 

Alfredo, el mago se llevó la Margarita y la colocó en su chistera para que descansara. 

– ¿Por qué te encuentras tan abatida? -Le preguntó-. 

Sorprendida de que el hombre le hablaba y parecía entenderla, contestó: 

-Porque me cortaron de mi jardín y cuando hagan otro en ese lugar, yo no estaré. ¿Tú eres mago? Oí decírselo a tu amigo. 

-Sí, pero la magia querida amiga está en nuestro corazón, tú también puedes hacer magia, siempre que has hecho a alguien feliz, has hecho la magia de sacar de tu chistera alegría, amistad… ¿Cuál es tu sueño Margarita? 

-Ser niña, jugar en el jardín del nuevo colegio y dar agua para que las pequeñas florecillas crezcan lindas y sanas. 

Alfredo, tomó con ternura a su flor y cada noche le contaba como hacían magia las estrellas y Margarita soñaba que jugaba con ellas, haciéndole guiños a la Luna y alborotando a soles y cometas… así, hasta que un beso de Alfredo la despertaba por las mañanas. 

Pero un día al acercarse para besarla, había desaparecido… 

Pasaron los meses y el colegio fue construido con un bonito jardín en el centro. Todas las flores salieron contentas de su escondite, se iban colocando en sitios de luz cerca del riachuelo que con una baranda de colores lo protegían de juegos de niños. Las flores, recordaban a Margarita… al buscar con sus ramas las aguas cercanas. 

El mago fue a la escuela con su amigo, deseaba conocer el nuevo colegio y al ver el jardín se acordó de su flor. 

-¿Qué os parece si hacemos un espectáculo de magia para celebrar este nuevo curso y así de esta manera, los niños entrarían por las puertas felices y contentos en su primer día de clase? 

– ¡Muy bien! esa es una magnífica idea. 

Llegó el día de la inauguración y en ese instante, apareció el mago sobre el escenario que con gesto amable y cálida sonrisa lanzaba un guiño hacia el nuevo jardín. 

Las flores permanecían escondidas, ninguna quería perderse la fiesta, a pesar… del temor a ser descubiertas y que alguien decidiera cortarlas para ponerlas en un jarrón. 

– ¡Nos ha saludado a nosotras….! ¡El mago nos ha visto! – Exclamó asombrada la vieja doña Azucena –. 

– Chisst chisst que nos van a descubrir – susurro asustada la amapola. 

– Callar – dijo Doña Rosa- mientras tapaba la boca a Lirio que atolondrada reía observando un divertido truco de magia. 

Los niños y las niñas permanecían inmóviles, sorprendidos, observando los movimientos del mago, comprobando cómo su chistera se llenaba de vida y esta era devuelta en forma de alegría. Era increíble comprobar como de su boca salían metros de pañuelos de diversos colores que unidos jugaban a no tener final… Monedas juguetonas enredándose en las ropas de los niños al dar dos toques de varita mágica…. Vasos que no derramaban su agua al caer de golpe de las manos de su dueño. 

Pablo, que estaba sentado en las últimas filas descubrió a las flores que se habían quedado muy quietas diciendo: 

¡Este es el jardín más bonito del mundo! 

Todos los niños y niñas… flores y arbustos aplaudían entusiasmados, abriendo los ojos a la espera de adivinar como había ocurrido lo que terminaban de ver. Era un bello espectáculo de luz y color. Los minutos transcurrían lentos en cada pupila ilusionada, pretendiendo perpetuar la ilusión. 

¡Qué bonito…! ¿Pero cómo lo hace…? Repetía Pablo. 

Porque es mago- dijo la niña de las coletas- 

-¿Pero que es un mago? – Preguntó Pablo- 

Alfredo había escuchado al niño y deseó explicarle: 

Hace muchos años… se llamaban magos a los hombres sabios, pero hoy somos personas que regalamos ilusión, sonrisas y alegría mediante efectos, que por ser maravillosos, tienen apariencia de inexplicable, pero todo, consiste en crear fantasías para iluminar nuestro mundo de sensaciones agradables y hacerlo bello. Es, querido niño como jugar hacer realidades los sueños. 

– Eso es muy bonito, a mi me gusta soñar - añadió Pablo- 

-Pablo, yo tuve una amiga que jugaba que hacía magia con lunas y estrellas y soñaba con jardines donde el agua corría fresca, las flores tenían vida propia correteando por caminos y setos, pero un día vio como cortaban su tallo. 

Doña Azucena estaba emocionada y se agarró a las hojas de Lirio, que con ojos brillantes recordaba el antiguo jardín… 

Los niños estaban atentos a las palabras del hombre mago y este, tomando su varita golpeó con ella en su chistera creando la más bella de las flores, suspirando… recordó a su amiga Margarita, aquella flor que él cuidaba en su casa y desapareció una mañana, aquella que ayudaba a todas las flores del jardín a esconderse, la misma que regalaba vasitos de agua y deseaba ser niña. 

El mago entonces, alzó la mirada hacia las flores del fondo… apuntó con su varita hacia el jardín, ocurriendo algo maravilloso: “una niña de ojos verdes, piel blanca y cabellos rubios” se le acercó diciendo: 

-Hola. ¿Te traigo un vaso de agua del riachuelo? 

Al mirarla reconoció a su amiga Margarita… la ilusión y la alegría iluminaron el nuevo jardín. 

Las flores gritaron de júbilo, emocionadas… aplaudían con sus pétalos tan fuertemente, que contagiaron de felicidad a los niños. 

El mago levantó los ojos y la niña rubia de ojos verdes le dio un beso diciendo- ¡Te quiero! 

Y yo la luna vi a niños y flores aplaudieron a la magia de la vida y la muerte y a los hombres capaces de crear fantasías e ilusión transportándonos al lugar donde la savia fluye por raíces de esperanzas. 


Cuento en linea: 



Y el vídeo: 
 













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